Últimamente estamos escuchando y leyendo en cualquier blog, web o charla de gurús milagreros que el contenido es lo importante a la hora de hacer buen SEO, de atraer visitas de calidad. Y no les falta razón. Lo que ocurre es que contenidos hay muchos y no todos valen porque la calidad sí importa… y mucho.

Hay muchas clasificaciones de contenidos

De hecho, hasta se pueden clasificar: según quién los crea, su origen, género, canal de distribución, los objetivos, el precio, el destinatario… Y todo ello es importante, saber si nos interesa subir contenido duplicado, original, reciclado o si queremos que sea persuasivo, que sea una imagen o un texto o un vídeo o las tres cosas a la vez, que pretenda vender, educar o informar, que esté destinado a un desconocido o a un cliente que ya conocemos, que sea atemporal o relacionado con un hecho que ha ocurrido en un momento determinado, etc.

¿Quién se acuerda de la calidad?

Pero, ¿y de la calidad? ¿Quién se acuerda de la calidad? Eso es lo que hace que un contenido sea bueno o mano. Pues todo lo anterior y algunas cosas más. Es decir:

  • Un mal contenido: será aburrido, repetitivo, descaradamente comercial, no diferenciará a sus destinatarios. En una palabra: no tendrá valor ninguno.
  • Un buen contenido: estará hecho sabiendo quién es su audiencia, cuál es su objetivo concreto, será original y se habrá escrito para que sea detectable la personalidad de la empresa o de la persona que lo ha hecho. En dos palabras: será útil y compartible.

La credibilidad, divino tesoro

Eso es lo que diferencia a un mal contenido de otro bueno: la credibilidad, que es lo que hará que la próxima vez que alguien acceda a nuestros contenidos crea en lo que hacemos. Si el anterior era creíble, ¿por qué no va a serlo este?

Sí, ya sabemos que eso no se hace de la noche a la mañana y que hay muchos factores que hacen que el proceso para triunfar con los contenidos no sea tan rápido como algunos desean y otros venden, pero quién dijo que esto fuera fácil. No se aprende a redactar, filtrar, corregir, editar textos en una hora, de la misma manera que no se aprende a cuidar a un hijo en diez minutos. Hay otros factores, claro está, pero eso poco a poco. En otros posts de este blog.